4.11.08

Discursos en el cincuentenario de la muerte de Don Joaquín

En días pasados, con ocasión del cincuentenario de la muerte de mi abuelo Don Joaquín García Monge, se me invitó a pronunciar dos discursos en diferentes actos conmemorativos. Como no soy muy bueno improvisándolos oralmente, decidí escribirlos. Los dejo aquí por si alguien quiere leerlos.

1) Discurso pronunciado en el Parque de Desamparados la mañana del 31 de octubre del 2008.


Queridos desamparadeños,

Don Joaquín una vez escribió: “Los nuevos desamparadeños quieran a su ciudad, hónrenla –si son buenos y útiles. Estudien y crean en alguien o en algo. Si de veras creen, si crean, Desamparados crecerá, para contento y honra de todos sus hijos”. Esto retoma una idea que él también formuló y que resume bien una actitud ante la vida que podríamos calificar de fructífera: “quien cree, crea y quien crea crece”, solía decir.

Hoy, al cumplirse exactamente 50 años de la muerte de Don Joaquín -un viernes también-, conmemoramos la desaparición de una de las personalidades más importantes, ya no solo de nuestro país, sino de la cultura iberoamericana. Pero su desaparición fue solo física, ya que su espíritu, hoy más que nunca, sigue vigente, aunque algunos no quieran verlo. Cuando él aconsejaba que creyéramos en algo o alguien, su gran modestia no le permitía decir que creyéramos en él, pero estoy seguro que nadie objetará que si alguien es digno de crédito, en este cantón es precisamente don Joaquín.

Creer en él, cincuenta años después de su muerte, significa necesariamente creer en sus palabras y en sus ideales. Creer en él implica conocer lo que dijo y pensó. Y Don Joaquín fue alguien que dijo y pensó mucho. Hay abundantes escritos que es necesario constantemente repasar y estudiar porque son inagotables fuentes de luces, de buenos consejos y de orientación. Son fuentes que no pasan de moda porque están basadas en principios eternos: la justicia civil, la libertad, la belleza y el bien. Creer en don Joaquín es un gran aliciente para crear obras inspiradas y por ese camino engrandecer a este cantón y a este país para beneficio de todos.

Hace 46 años, al develar el busto Don Joaquín que se encuentra en éste parque, mi padre terminó su discurso con unas palabras que hoy quiero recordar porque se trata de una labor pendiente y urgente. Dijo así: “se llegará a promover un verdadero nacimiento costarricense basado en el ejemplo de mi padre cuya vida fue realización de cordialidad para todos. De aquí puede partir la actitud cordial que por los visto adorna a pocos de nuestros compatriotas, y que generalizándose, les de la felicidad que nos falta. Cordialidad, cultura, bienes del espíritu que García Monge encarnó”.

En nombre y en representación de la familia os doy las gracias y que Dios y el Destino os sean propicios para alcanzar vuestros ideales”.

Hasta aquí la cita y con ella cierro ésta intervención. Muchísimas gracias por su valiosa atención.

2) El Ciudadano García Monge
(Discurso pronunciado en el acto celebrado el 31 de octubre del 2008 en la Escuela García Monge de Desamparados)

Estimado director; estimadas maestras, maestros y personal administrativo, estimados invitados, queridos niños y niñas. Es un orgullo para mí, hoy que se conmemora día por día el 50 aniversario de la muerte de Don Joaquín, dirigirles en nombre de nuestra familia unas palabras desde esta tribuna en la que tantas veces se le ha rendido tributo.

Por ser una ocasión especial me extenderé un poco más de lo acostumbrado otros años, así que les ruego paciencia.

Un gran admirador de su figura, el poeta Alfonso Chase, escribió una vez que Don Joaquín se fue convirtiendo en símbolo y nunca en leyenda porque “fue uno de esos hombres a los que se les podía ver, sentir y amar con la sencillez que brinda lo real y profundamente humano”.

Sin embargo, hace 50 años, Don Joaquín comenzó a ser también leyenda al desaparecer físicamente. Y como las leyendas con el tiempo crecen, se transforman y hasta se tergiversan, hoy nos encontramos con al menos dos actitudes bastante contrastadas con respecto a Don Joaquín: Una es la del elogio desmedido y otra la del cuestionamiento ácido y frío… académico. Ambas actitudes han surgido al desaparecer el contacto directo con aquel personaje “real y profundamente humano”, y más bien ellas se han ido retroalimentando una de la otra en una dinámica de círculo vicioso.

Por ello es bueno recordar y no perder de vista esa humanidad de Don Joaquín que siempre ha estado abundantemente presente en su obra y en los múltiples escritos que dejó para la posteridad. Está bien leer lo que otros han escrito sobre Don Joaquín, pero más importante es leerlo a él a través de los propios ojos para poder sentirlo en toda su fuerza, hablándonos directamente de corazón a corazón y de razón a razón, porque para él, mirar con los ojos de la inteligencia y los del corazón era mirar dos veces. Quizás de este modo podamos superar el elogio excesivo y la crítica descarnada y necia que tienden a aparecer con cada vez mayor frecuencia, y que finalmente llevan al mismo resultado: a opacarlo y a desvirtuarlo, porque en la lisonja o la suspicacia de buscar el pelillo en la sopa, se olvida el contenido real de su pensamiento y de su sentir.

Dentro de los escritos que revelan más claramente al hombre García Monge, está en especial su correspondencia. Uno de los más grandes aciertos de mi padre fue el haber publicado un epistolario selecto de Don Joaquín. También en el tomo de obras escogidas que él editó, hay cartas donde su personalidad modesta pero aguda es muy tangible, la misma que se transparenta en sus ensayos y en sus escritos literarios.

Al conocerlo de este modo íntimo, a través de lecturas directas, descubrimos verdaderamente la dimensión de Maestro que tenía García Monge, y al decir Maestro (así con M mayúscula) no me refiero simplemente a su profesión de educador o profesor –que está muy bien-, sino a una faceta más trascendental que es la de ser un verdadero guía espiritual, un guía laico que sin embargo nos revela en toda su amplitud el panorama espiritual del hombre. De él es la frase: “creo en el destino como Justicia, por encima de los dioses y de los hombres”. Y refiriéndose a los principios que guiaban su conducta y que le inspiraban profundo respeto dijo: “Si tal temor es el temor a Dios como principio de sabiduría, yo lo he sentido en mi vida de projimidad”.

Queridos niños y niñas, estoy diciendo cosas que tal vez muchos de ustedes no entienden y consideran enredadas. Incluso, tal vez algunos adultos de los que me escuchan las consideren así. No se preocupen si no lo han entendido antes porque ahora les diré en términos muy simples cuál es mi mensaje para ustedes niños y niñas. Lo que quiero decirles es esto: pídanle por favor a sus padres y maestros que los lleven de la mano por las páginas de lo que escribió Don Joaquín, si es que no lo han hecho ya. Pídanles que por favor les expliquen con palabras sencillas las ideas que él escribía, porque esas ideas es muy importante que ustedes las conozcan, las profundicen, las aprendan y finalmente las compartan. Es importantísimo, tan importante como aprender a sumar y restar. Son ideas que los van a ayudar enormemente en la vida, que les van a permitir más tarde ser hombres y mujeres de bien, ciudadanos muy valiosos, tal vez tan valiosos como lo fue el mismo Don Joaquín cuyo nombre lleva con gran orgullo esta escuela.

Pueden empezar por leer junto a sus padres y maestros cosas sencillas, textos cortitos. Muchos de los textos que escribió Don Joaquín eran breves. Cuando uno lee a don Joaquín es como aprender a andar en bicicleta. Al principio tal vez cueste un poquillo, pero poco a poco, entre más practiquen, más irán pedaleando con seguridad y finalmente podrán hacer paseos solos y llegar muy lejos. Es igual con Don Joaquín, entre más lo lean, más lo irán entendiendo y queriendo, más les irá pareciendo que lo que él dijo es justo, hermoso, valioso y útil. Y algún día, si siguen sus enseñanzas y sus consejos, llegarán muy lejos. Ténganlo por seguro.

Así que nunca olviden a Don Joaquín y quiéranlo con todo su corazón, porque él también quiso muchísimo a los niños y jamás los olvidó, ya que sabía que en los niños está el futuro de la patria. Creo que él fue uno de los que más quiso a los niños en nuestro país y por eso él editaba libros para niños y se preocupó enormemente del bienestar de los infantes, de su educación, de pulir su espíritu y su intelecto hasta sacarle brillos deslumbrantes; se preocupó de su futuro, se desveló y trabajó mucho para prepararlo a ustedes como ciudadanos de lujo, porque Don Joaquín mismo fue un ciudadano de lujo… un verdadero ciudadano de oro como hay pocos.

Mucho se ha dicho que él fue un gran editor de libros y revistas, un gran profesor, un buen escritor, alguien muy sabio y bueno, todo es cierto, pero esas cosas él las pudo lograr porque fue ante todo un excelente ciudadano, un ser humano lúcido y amoroso comprometido con su patria, fue alguien que estudio, entendió y amó profundamente a este país y que luchó incansablemente porque sus habitantes pudieran vivir vidas plenas y felices. También fue alguien que creyó sinceramente –y no se equivocó- en el rol fundamental de la cultura y de la educación como medios para el desarrollo humano. A Don Joaquín no le tocó vivir en la época de la televisión, de las computadoras y de la Internet, pero ello no quiere decir que sus enseñanzas estén pasadas de moda o que hayan perdido su valor. Creo que precisamente es todo lo contrario, hoy más que nunca su mensaje es fundamental y está vigente, porque lo que dijo o pensó lo ancló en la sólida roca de principios eternos que no fluctúan con los tiempos y las modas. El afianzó su pensamiento en lo más profundo y valioso del espíritu del hombre. Fue él quien dijo: “he creído en estos dos bienes supremos: la justicia civil y la libertad. Por ambos he luchado. Así como por la belleza y el bien”. Yo pregunto: “¿De qué nos sirve una sociedad que no tiene en cuenta la justicia, la libertad, la belleza y el bien?; ¿Qué le espera a tal sociedad?; ¿Cuál será el futuro de los niños en sociedades que no cultivan estos valores?”. No es casual que hoy día el mundo haya entrado en una profunda crisis ya no solo económica, sino ante todo moral y de consecuencias impredecibles, porque precisamente ha olvidado –o nunca aprendió- los valores más fundamentales del hombre y durante décadas únicamente ha escuchado los cantos de sirena del materialismo, de la codicia y del egoísmo.

Estimados maestros y maestras. Por favor no desatiendan mi llamado hoy que conmemoramos el cincuentenario de la muerte de don Joaquín. Yo sé que los programas escolares tienen sus exigencias y que a veces ustedes no disponen del tiempo necesario para enseñar lo mucho que deben enseñar, sé también que los reglamentos administrativos les imponen cosas, pero les pido simplemente que no olviden nunca que trabajar en esta escuela es ya no solo un gran orgullo para un verdadero educador, sino también un privilegio y que posiblemente la mejor forma de retribuir ese privilegio es que sigan estudiando profundamente, día tras día y año tras año, lo que pensó, dijo e hizo mi abuelo, y estúdienlo a fondo para poder desarrollar y transmitir mejor su mensaje. Solo así podrán mantener viva su llama y su sabiduría para bien de nuestro país. Es mi convicción que don Joaquín no ha muerto ni morirá en la medida en que ustedes, desde la trinchera del aula y la vocación docente, lo mantengan vivo. Esa es su profunda responsabilidad como educadores de esta escuela.

Nunca olvidemos estas palabras que escribió Don Joaquín a propósito de José Martí, ese gran patriota cubano y educador de niños: “Los maestros han de considerar su cargo como una función maternal o paternal comprensiva. “Quien dice educar ya dice querer”. No quiso (Martí) maestros de ronzal que llevan de la nariz a las podres criaturas” Y más adelante agrega Don Joaquín: “Que las escuelas enseñen a pensar (…) Educar es sacarle alas al alma. El alma educada aligera el vuelo, o el paso. Lo alegra también”.

Muchas gracias por su valiosa atención y ojalá que dentro de cincuenta años, al celebrarse el centenario de la partida de Don Joaquín, su mensaje sea una realidad viva en el corazón y las acciones de los mañana ciudadanos maduros, que hoy como niños, nos han escuchado. Nada nos impide soñarlo así. Muchas gracias de nuevo.

27.10.08

Bajo el aura luminosa de Don Joaquín

Don Fernando Faith, editor de "El Mentor Costarricense", me hizo una gentil invitación para participar en una edición conmemorativa del cincuentenario de la muerte de mi abuelo Don Joaquín García Monge. El siguiente texto es mi humilde contribución a su publicación.

Durante muchos años, ser el nieto de Don Joaquín García Monge solo significó para mí tener que acostumbrarme a vivir cerca de un montón de papeles de aspecto amarillento, acumulados en torres elevadísimas. Hablo de mi infancia -cada vez más remota-, cuando mi padre había acondicionado como bodega un viejo gallinero de madera aledaño a la casa de adobes que habitábamos en San Rafael de Escazú, bodega que durante lustros sirvió para guardar todo lo que mi abuelo había dejado al momento de morir pocos años antes de que yo naciera. En ese entonces yo no sabía muy bien qué eran aquellos papeles ni qué significado podían tener para mi padre, únicamente notaba que él pasaba muchas horas metido en aquel galpón desempolvando y organizando en pilas simétricas lo que para mí simplemente eran periódicos viejos destinados al comején. Y menos aún tenía yo idea de lo que representaba para la cultura hispanoamericana el nombre de García Monge.

Más tarde comprendí que lo que mi padre en realidad hacía era cuidar con gran esmero lo que había heredado: un verdadero tesoro cultural llamado “Repertorio Americano”, la revista que mi abuelo había editado prácticamente solo durante cuatro décadas. Pero tuvieron que pasar varios años y muchos eventos para que yo lograra hacerme una idea de su inestimable valor y de la noble pasta de la que estaba hecho su autor. Y es que mi padre, si bien era una persona muy educada, era igualmente muy parco en palabras y costaba que nos hablara de Don Joaquín. Había que interrogarlo para poder obtener algo de información que sirviera para reconstruir, como en un rompecabezas, la figura íntima de aquel gran hombre que, como lo escribió una vez Pablo Neruda, era “el hombre grande de la pequeña Costa Rica” (¡y aún hoy sigue siendo de los grandes!).

Pero entre aquellos papeles no solo había una colección completa y empastada del “Repertorio Americano”, sino también muchos números sobrantes y, por si fuera poco, una gran cantidad de documentos, manuscritos, cartas, obras gráficas y fotografías que dan testimonio de los lazos de amistad que unían a Don Joaquín con verdaderas glorias de las artes y las letras, ya no solo en nuestro país, sino también en toda América y Europa. También había muchos libros que habían pertenecido a la enorme biblioteca que llegó a acumular don Joaquín y que al momento de su muerte ocupaba nueve cuartos de la que fuera su casa y oficina en la avenida segunda, vivienda que un pariente de mi abuela le prestaba generosamente y que luego fue vendida y demolida para levantar el desaparecido bar y centro nocturno La Esmeralda, frente a lo que hoy es el edificio de La Caja Costarricense del Seguro Social (actualmente una pequeña placa en el patio de esa institución nos recuerda que al otro lado de la avenida se encontraba aquella casa) .

Pues bien, aquel tesoro con el que me fui familiarizando poco a poco, fue para mí la puerta de entrada al mundo de Don Joaquín. A partir de ahí, me dediqué a leer ya no solo sus escritos, sino también muchos de aquellos que le han sido consagrados. De manera que con el tiempo he podido ir profundizando aún más en su pensamiento, en sus valores y diría también que en su ser. Sin embargo, es tan ancha la esfera de sus intereses y de sus reflexiones, que aún hoy sigo aprendiendo muchas cosas nuevas sobre él y mi admiración por su figura no cesa de crecer.

Vida y verdad” se llamó la primera revista de Don Joaquín (editada en colaboración con Roberto Brenes Mesén antes del “Repertorio Americano”). Pues bien, el nombre simple de esa primera publicación resume cuál fue tal vez su anhelo más profundo y su forma particular de entender la existencia: vivir la vida con honestidad; vivir “en” y “por” la verdad; explorar cuál pueda ser esa verdad; decirla aunque sea dolorosa y traiga problemas; defenderla a capa y espada; hacer de ella un objetivo del ser; atar vida y verdad en un todo indisociable. No soy literato, ni editor, ni educador -tal como lo fue mi abuelo- pero aún así siempre puedo acudir a él como una fuente inagotable de orientación y fuerza para vivir mi vida en lo que tiene de singular, puedo hacer mío su anhelo y, de hecho, cada cual puede hacer lo mismo para aplicarlo a sus propias metas. Esto no quiere decir que yo comulgue con algunos que han querido recuperar a Don Joaquín para propagar ideas y proyectos dudosos o francamente torcidos, como ocurrió con cierto embajador estadounidense que hace unos años citó en la prensa (fuera de contexto) a don Joaquín para justificar la guerra de su país en Irak, o como ha ocurrido con otros que desde la llamada izquierda pretenden convertirlo en estandarte de sus luchas sin tomar en cuenta su dimensión cultural, humanizadora y axiológica, quedándose únicamente en una parcial y hasta vacía apreciación política de lo que él encarnaba.

En una ocasión cierto escritor nacional de renombre me hizo un comentario que revelaba incomprensión de lo que era don Joaquín y de mi forma de entenderlo, reflexión que saco a cuento porque tiene que ver con lo anterior. Dicho escritor –que por lo demás tengo en alta estima- me dijo algo así como ésto: “a vos la figura de tu abuelo seguro te hace una sombra enorme y te debe aplastar”. Pues bien, puedo decir que es exactamente lo contrario. La figura de mi abuelo no proyecta para mí ninguna sombra, sino luz… o si se quiere una hermosa aura luminosa que es remanso y guía, que es inspiración y consejo, que en suma es amparo y refugio. A ese respecto, lo que más me interesa recalcar como descendiente de Don Joaquín, es que todos podemos ser sus nietos espirituales y beneficiarnos de esa áura si así lo queremos. No me cabe duda que mucho ganaremos con ello. Recurrir a él está al alcance de todos los que quieran acercársele, leerlo, reflexionar sobre su pensamiento, su obra, su generosidad, su sabiduría, su ecuanimidad, su vida llevada con humildad pero riquísima en obras y en cultura. Por lo demás, todos podemos sentirnos profundamente orgullosos y dichosos de que un espíritu de su estatura haya nacido en nuestro país y de que haya realizado su titánica labor civilizadora de la forma más modesta, armado simplemente de grandes ideas, mayor generosidad y férreo tesón. Ahora que se cumplen cincuenta años de su muerte es un momento particularmente propicio para recordarlo y estudiarlo… aunque en realidad siempre lo ha sido y siempre lo será.

Nota: Al texto aquí reproducido le he hecho unas leves mejoras en el estilo y la redacción, por lo que presenta diferencias menores con respecto al que fue publicado en El Mentor.

19.9.08

De Viajes y Flores

El siguiente es el texto de presentación que he escrito para mi primera exposición fotográfica llamada "Viajes y Flores" y que he reseñado de otro modo en mi blog Tintaluz.

Siendo niño me parecía mágico recorrer las páginas del álbum de fotos de viajes de mi padre –y aún hoy me lo parece-. No es que él hubiera viajado mucho, pero sí había hecho estudios de medicina en Francia antes de la segunda guerra mundial y guardaba muchas fotografías de esa época, las cuales había cuidadosamente conservado y clasificado. Algunas representan vistas realmente magníficas de monumentos y lugares diversos y muchas están viradas a un hermoso sepia. Sin duda, de ahí viene mi gusto por la fotografía y cuando años más tarde tuve la suerte de hacer mis propios viajes, siempre procuré que una cámara me acompañara (aunque no siempre regresara conmigo como sucedió en un viaje a Argentina, donde al parecer me la sustrajeron mientras yo miraba embobado a una pareja bailar tango en la calle). Durante años utilicé cámaras convencionales y hasta tuve un cuarto oscuro donde revelaba y tiraba mis propias copias en blanco y negro, aunque también tomaba muchas fotografías en color. Luego vinieron las cámaras digitales, pero yo no creía mucho en ellas y solo juraba por la fotografía tradicional. Sin embargo, cuando la tecnología digital avanzó lo suficiente como para convertirse en un imparable tsunami que revolucionó todo, tuve que rendirme a la evidencia y reconocer sus altos logros. Pero aún así tardé un tiempo en comprarme mi primera réflex digital y no fue sino hasta hace un año aproximadamente que lo hice. Entonces pude experimentar directamente sus enormes posibilidades e instantáneamente quedé fascinado por ellas. El resultado es que comencé a vivir una nueva luna de miel con la fotografía y hoy casi no me explico cómo pude pasarme de su vertiente digital por tanto tiempo.

A pesar de tener muchos años de coquetear con la fotografía como aficionado e incluso de haber hecho algunos trabajos a nivel profesional, ésta es mi primera exposición formal. La he denominado simplemente “Viajes y Flores” y no tiene más pretensión que la de rendir un modesto tributo al humilde género que practicaba mi padre y que como he dicho fue el que me infundió la pasión por la fotografía, es decir, la llamada fotografía de viajes. La mayoría de las fotos aquí reunidas fueron tomadas digitalmente en Inglaterra este año, pero hay otras que fueron tomadas en España, Panamá y también Costa Rica. Pero como además, en mis travesías siempre topo con una flor que fotografiar -gracias a lo cual me he ido haciendo de una creciente colección de fotos de flores- por ello también he querido mostrar algunas de ellas. Y también porque probablemente en algún rincón de mi ser, existe un silencioso y enigmático diálogo entre esas fotografías de flores y una pequeña fotografía que un pariente le había tomado a mi padre y que me regaló luego de que él emprendiera su último viaje hace unos años… un viaje al que no podía llevar su vieja cámara… un viaje sin imágenes... un viaje sin retorno. En ese retrato se le ve muy sonriente y elegante con su saco y corbata, sosteniendo una rosa, casi como ofreciéndola. Es una foto tal vez algo cursi, pero para mí llena de encanto y sentido y por ello hoy ocupa un sitio de honor en mi casa. Las flores pues, también son un homenaje a mi padre que no coloco en jarrones fúnebres y que no se marchitará con el tiempo -cualidad maravillosa de la fotografía- sino que cuelgo en estas paredes tan gentilmente prestadas por la Casa Azul, a la que agradezco profundamente la invitación para participar en esta muestra fotográfica. Espero que la disfruten y muchas gracias por visitarla.